Aprendizaje. Picasso recibió las primeras lecciones artísticas de su padre, José Ruiz Blasco. Este modesto profesor de dibujo pronto descubrió la maravillosa facilidad del muchacho y se cuenta que un día, tras comprobar que Pablo había ejecutado a la perfección unos ejercicios que le había encomendado, con poco contenida emoción le regaló sus pinceles y su paleta y se decidió a abandonar para siempre la pintura. Esta significativa anécdota, en la que el joven pintor, como los toreros, recibía la alternativa de manos de un experimentado maestro de la lidia, sucedía en La Coruña, donde la familia se había trasladado en 1891, cuando Picasso tenía sólo diez años. En la imagen, Ciencia y caridad (1898), una de sus primeras obras famosas todavía en la línea del realismo clasicista, pintada a los 17 años.
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